Y tú, ¿de quién eres?

Hace tiempo en Galicia era bastante común, cuando ibas a la aldea a visitar a algún familiar, que alguna persona, especialmente las de edad más avanzada, se parase, te mirase de frente y te preguntase: “E ti, de quen es?” (¿Y tú, de quién eres?). Hoy en día, ya no sabría decir si sigue esta costumbre, pues hace tiempo que solo piso suelo rural como turista y ahí ya se pierde un poco el interés de ubicación familiar. Ni que decir tiene que lxs lugareñxs tienen un sexto sentido para identificar quien posee un vínculo de sangre con la tierra y quien no, así que saben muy bien a quien hacer esa pregunta.

La cuestión es que, de un tiempo a esta parte, me he acordado mucho de esta situación porque desde que ha crecido la familia me siento un poco como Bill Murray en Atrapado en el tiempo, reviviendo una y otra vez la misma escena, el mismo guión, pero esta vez con personajes diferentes (aunque el protagonismo sigue corriendo de nuestra cuenta).

Cuando hace años te soltaban aquel: “E ti, de quen es?”, sabías que la finalidad era ubicarte, colocarte en el lugar correspondiente dentro de tu estirpe familiar y conocer si portabas algún estigma arraigado en el tiempo por cortesía de algún ancestro. Pero ahora, en plena ciudad, donde el anonimato está a la orden del día hasta el punto que desconocemos a quien vive en la puerta de al lado, este interrogatorio carece de sentido. Y digo interrogatorio, porque la cosa no queda en una única pregunta y ya, sino que se van entrelazando una tras otra, hasta que encuentras la manera de salir educadamente del paso. Entre las más comunes: “¿de dónde son?”, “si ya, de aquí, pero, ¿de dónde?”, “¿son tuyxs?”, “¿y su padre?”, “¿dónde lo conociste?”, “¿lleva mucho tiempo aquí?”, “¿ya habéis viajado allá?”, “¿y los nombres?”, “¿significan algo?”…. y podría seguir. Una ya no sabe realmente cuál es el objetivo final de la conversación, partiendo de que estas preguntas proceden de personas que o bien no conozco de nada o las conozco de dos días.

Un día leyendo una entrevista de Rubén H. Bermúdez a colación de la publicación de su fotolibro Y tú, ¿por qué eres negro? (Phree & Motto Books, 2018), obtuve alguna respuesta al sentido de este interrogatorio cansino. Ahora ya no se trata de ubicar familiarmente a la persona objeto del interminable cuestionario, sino de ubicar a esa persona en el mundo. Y, más bien, de comunicarle de manera indirecta a esa persona que no pertenece al lugar donde está. De alguna manera, le están diciendo que su perfil no encaja con el molde normativo socialmente aceptado y asimilado.

Siempre que me he visto envuelta en una de estas situaciones (aclaración: las preguntas van dirigidas a mí porque por el momento mis hijxs son demasiado pequeñxs para contestarlas, aunque alguna ya les han hecho, pero soy consciente que, tarde o temprano, el foco recaerá plenamente sobre ellxs), he intentado poner buena cara y contestar de manera educada. Pero un día tuve un punto de inflexión y me dije: “no más”. No más explicaciones fuera de contexto y menos para saciar la curiosidad de personas desconocidas. No más dar pie a tener que exponer el árbol genealógico familiar, para que a personas que ni les va ni les viene no les vaya a explotar la cabeza intentando averiguar porqué somos como somos. No más tener que justificar nuestra apariencia, nuestros nombres o nuestros acentos.

Me dicen exagerada (como no), que solo es curiosidad o una muestra de interés para manifestar afecto y aceptación. Lo que pasa es que olvidan que mi familia no necesita ser aceptada o querida, mi familia necesita ser respetada, igual que todas las demás, sean de la manera que sean. Seré exagerada, desconfiada o mal pensada, pero me niego a exponer a mi familia, a mis hijxs, con la única finalidad de simplificar el imaginario ajeno. Quizá ha llegado el tiempo en que sean lxs demás quienes se compliquen un poco el pensamiento para que la vida de lxs niñxs racializadxs y sus familias se simplifique un poco más.

A estas alturas del siglo XXI el imaginario colectivo debería estar más diversificado y se debería ir abandonando esa necesidad ancestral de (des)ubicación consanguínea y nacional. Si tanto nos gusta hablar de sociedad global, apliquemos este concepto a todo y a todxs, no solo a aquello que nos interesa y conviene. Aceptemos que vivimos en un mundo diverso, con personas y familias igualmente diversas y empecemos a construir a partir de ahí.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Trocadela - Proyecto Convivencia Intercultural - Vigo

trocadela@trocadela.com

Aviso Legal | Política de Privacidad | Política de Cookies

BRANDING Y DISEÑO WEB REALIZADO POR CROQUETA STUDIO CON MUCHO CARIÑO PARA OLAIA Y NOEMÍ.